MONASTERIO DE UCLÉS
Donde la historia sigue viva
A medio camino entre Cuenca y Madrid, sobre la ladera de una empinada colina, se alza Uclés, una hermosa villa de orígenes celtíberos y romanos que parece anclada en el pasado. Rodeada por los restos de sus murallas, sus torres, siempre vigilantes, observan inmutables el transcurrir de los siglos.
Y en la cumbre, sobre un cerro que tiene a sus pies el pueblo y el río Bedija, se levanta el Monasterio de la Orden de Santiago, un conjunto monumental extraordinario a la par que majestuoso, al que se ha dado en llamar con acierto "El Escorial de La Mancha".
El monasterio formaba parte de un conjunto de fortificaciones que tuvo sus orígenes en la dominación musulmana de la Península Ibérica. Tras su reconquista por los cristianos fue donado por el rey Alfonso VIII a la Orden de Santiago. Era el 9 de enero del año 1174, como se recoge en el llamado Tumbo Menor de Castilla. Una de sus miniaturas muestra la escena de la donación junto a un dibujo del primitivo castillo.
El monasterio, cabeza de la Orden de Santiago
La Orden convirtió el castillo de Uclés en su casa madre (Caput Ordinis, Cabeza de la Orden), conformando un formidable complejo de edificaciones, parte de las cuales aún se conservan en la actualidad, destacando, de norte a sur, las torres del Pontido y el Palomar, aún de la fortaleza árabe, y unida a ellas por un imponente lienzo de muralla, la torre Albarrana o torre del homenaje nuevo, en el extremo meridional.
Con el fin de la reconquista, en el siglo XVI, la administración del maestrazgo de la Orden de Santiago pasa a la Corona de Castilla y pierde de forma progresiva su función militar. Bajo el reinado de Carlos I, el 7 de mayo de 1529, el Prior D. Pedro García de Almaguer inicia una reforma radical que convertirá el monasterio medieval en el actual edificio. Una inscripción en el ábside de la iglesia del monasterio recuerda dicha fecha.
La duración de esta nueva construcción, más de dos siglos, dará lugar a una acertada combinación de estilos arquitectónicos.
El interior del monasterio se articula en torno a un claustro del siglo XVIII cerrado por treinta y seis arcos, con el bello brocal barroco del aljibe en el centro. Alrededor de este claustro las dependencias más notables son el refectorio (s. XVI), con un majestuoso artesonado renacentista, la sacristía plateresca donde ha dejado su huella Andrés de Vandelvira, (actualmente utilizada como capilla), y la escalera regia, de estilo barroco. Además, de la soberbia iglesia herreriana, obra de varios arquitectos, destacando entre ellos al conquense Francisco de Mora, terminada en 1598, cuyo chapitel está coronado por la cruz, emblema de la orden y bajo ella característica figura de su veleta: un gallo que aún hoy sigue girando al compás de los vientos.
Aunque destaca el estilo herreriano, en un recorrido por el exterior del edificio podemos admirar la variedad estilos en sus fachadas: la fachada este, de estilo plateresco, de traza diseñada posiblemente por Enrique Egas, las fachadas herrerianas del norte y oeste, correspondientes a la iglesia mayor, y la fachada principal, finalizada en 1735 por Pedro de Ribera en estilo churrigueresco, reinando ya Felipe V.
MONASTERIO DE UCLÉS por ÁNGEL SOTOMAYOR RODRÍGUEZ es con licencia Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional